Lucía se aferraba fuertemente a las manos de Gastone mientras caminaban hacia otra parte del pueblo. Miró a Jorge, quien los seguía detrás.
—No te preocupes, no dejaré que hagan algo que pueda dañarte —susurró Gastone y agarró las manos de Lucía, que estaban frías al tacto.
—G-gracias —respondió Lucía tímidamente. Aún estaba sorprendida de lo protector que era Gastone con ella, y lo apreciaba, pero había algo en su mente.
«¿Cómo puedo compensar a Gastone? ¿Pedirá un pago por los problemas que causé?», pensó Lucía nerviosamente y tragó saliva. Quería escaparse, pero se sentía culpable de dejar a Gastone lidiar con su error.
—Está bien, hemos llegado —dijo el caballero, mirando a Jorge—. No sé quiénes son ustedes dos, pero quizás vístanse normal la próxima vez que salgan. No quiero que el mismo problema se repita —añadió.