—¡G-gracias! Eres tan amable —los ojos de Lucía brillaron con un calor que hizo que Gastone quisiera cuidar de ella, algo que nadie había hecho sinceramente antes. Miró la taza y se sorprendió de cuán poco leche había, pero aún así la aceptaría.
Lucía vertió la leche de Gastone en su boca, esperando que supiera amarga o ácida, pero para su sorpresa, era dulce. Frunció el ceño confundida, ya que era la primera vez que bebía la leche más deliciosa que había probado en toda su vida.
—Oh… —Lucía susurró conmocionada y sorbió la última gota. Quería más ya que se había hecho adicta al sabor. Algo dentro de ella se despertó y la hizo sentir tan bien como si su cuerpo se hubiera reiniciado en uno nuevo y saludable.
Gastone se mordió los labios al observar la expresión de Lucía. No sabía si a Lucía le había gustado su leche, pero estaba seguro de que no era tan buena, ya que era la primera vez que se corría con la intención de que ella bebiera sin placer sexual.