Felicia retrocedía tambaleante mientras se sujetaba la cabeza. Se sentía mareada y parecía que el mundo giraba a su alrededor.
—Dos días —susurró Felicia y rió de manera maniática. No podía creer que su tiempo se hubiese reducido así y en parte culpaba a Vinicio por solo haberle dado una semana.
—Pero, ¿qué pueden hacer si quiero más días? No pueden hacer una mierda —agregó Felicia antes de sentarse en el sofá. Su mirada se posaba en la pintura que había hecho. Era perfecta, pero estaba perdiendo la fuerza para moverse ya que no había comido en dos días. Su lobo le suministraba energía a su cuerpo, pero había alcanzado su límite.
Usando toda la fuerza que le quedaba, Felicia se levantó y salió por la puerta para encontrar algo de comer cuando vio a Vinicio cargando a Idola sobre su hombro mientras entraban en su habitación.