Después de un par de días, todos se estaban preparando para dejar la 13.ª manada. Los carruajes estaban cargados con sus cosas y listos para partir.
Felissa estaba parada fuera de las puertas del Castillo, esperando a Vicenzo. Miró alrededor y suspiró con derrota ya que no pudo explorar la manada ni hablar con los miembros de la manada.
—Me pregunto por qué no he visto a la mayoría de ellos aquí —murmuró Felissa, señalando la falta de presencia de los miembros de la manada en su llegada y partida.
—Es porque al final del día. Siguen siendo pícaros —respondió Rosina después de salir por la puerta.
—¡Rosina! —Felissa la saludó con una enorme sonrisa. Se sentía aliviada de que por fin estuvieran dejando la 13.ª manada después de lo que había pasado.
—Hola, Felissa —Rosina se rió entre dientes y detrás de ella venían Vicenzo y Silvio caminando juntos.