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Felissa fue a todos los puestos que le interesaban y probó diferentes bocadillos y comidas disponibles para comprar.
—Ah, estoy llena. Vamos a sentarnos —dijo Felissa mientras masticaba un pincho de pollo. Encontró un banco cercano y se sentó.
—Mi Dama, ¿puedo preguntar algo? —preguntó Idola suavemente mientras miraba el pollo. Dudaba en preguntar, pero la curiosidad la adelantó.
—¿Qué es? Puedes preguntarme cualquier cosa —respondió Felissa mientras disfrutaba del aire fresco. Aunque, su actitud relajada se interrumpía cada vez que veía parejas merodeando con una sonrisa en sus rostros.
—Mi Dama, ¿por qué parece que no estás buscando a tu pareja? —Idola susurró, asegurándose de que nadie pudiera escucharlas.
Felissa levantó una ceja antes de recordar el propósito del evento. —Ah, bueno, no podemos encontrarlos hasta que esos lobos machos nos digan que somos sus parejas, ¿verdad? —dijo.