Rosina caminaba de un lado a otro en su antigua habitación ya que la oscuridad la reconfortaba en su mente atribulada.
—¿Qué debería hacer? —se susurró Rosina a sí misma mientras se mordía las uñas. Había estado pensando en un plan durante los últimos dos días, pero nada mejor se le ocurría.
—Rosina, ¿estás ahí? —La voz preocupada de Draco sonó detrás de la puerta metálica. Llamó dos veces y apoyó su oído para escuchar si Rosina estaba dentro.
—Ah... ¿sí? —respondió Rosina y abrió la puerta. Puso una cara alegre y se aseguró de que pareciera natural.
—¿Estás bien? He notado que has estado bastante distante —dijo Draco suavemente y miró el cuerpo de Rosina para ver si estaba enferma.
—Solo estoy preocupada por la guerra. Quiero que todo esto termine —suspiró Rosina y apoyó su cabeza en el pecho de Draco.