Rosina observó cómo los ojos de Osbert se volvían fríos. Su cuerpo dejó de retorcerse, pero su sangre aún estaba viva.
—Bueno, gracias —susurró Rosina y besó las mejillas de Osbert antes de levantarse, dejando que sus jugos fluyeran fuera de su agujero. Metió la mano en su coño y sacó la piel que contenía el semen de Osbert.
—Al menos moriste después de correrse dentro de mí —murmuró Rosina sacudiendo la cabeza con diversión. Colocó la piel con el semen en la boca de Osbert antes de arreglarse y tocar el colgante, creando un portal hacia su habitación.
Rosina ni siquiera se molestó en esconder el cuerpo de Osbert, ya que podría usarlo como distracción para su plan. Cuando llegó a su habitación, Rosina se quitó la ropa manchada de tierra y sangre. Enterró su ropa debajo del mueble, se cambió a una limpia y se durmió en su cama.