Rosina se puso la capucha negra de su túnica para cubrirse el rostro. Miró hacia atrás al Castillo con una triste sonrisa antes de alejarse.
—Ah, esto es insoportable —susurró Rosina para sí misma mientras caminaba hacia el extenso bosque de la 13.ª manada. Era tan temprano en la mañana que la mayoría de los lobos dormían en sus habitaciones.
Las nieblas eran densas y brumosas en el bosque, haciendo difícil que Rosina viera, pero continuó caminando en una dirección específica donde sus recuerdos empezaron a aflorar en su cerebro.
El camino se volvió familiar y la sensación de opresión en su pecho le hizo la respiración rígida.
—Odio esto —suspiró Rosina profundamente antes de detenerse. Levantó la vista hacia el árbol masivo que tenía en frente. —Ya veo. Todavía estás en pie.