Rosina despertó por la luz que venía de la ventana. Se restregó los ojos y bostezó ya que aún tenía sueño y estaba muy cómoda en la cama. No quería levantarse y enfrentar los planes y problemas que la esperaban afuera.
Rosina levantó la cabeza y vio el rostro dormido y feliz de Draco mientras respiraba lentamente. Ella durmió en el pecho de Draco la mayor parte de la noche, y la sensación era dichosa.
«Me gusta estar así por mucho tiempo», pensó Rosina inconscientemente y se acurrucó más cerca de él. Cerró los ojos cómodamente hasta que su cerebro procesó lo que había sentido.
«¡Mierda!», pensó Rosina, conmocionada, y se sentó, agarrándose el cabello en el proceso. «¡No puedo encariñarme con él aunque sea mi pareja!»
Rosina apartó las cobijas para levantarse cuando vio los muslos de Draco, que tenían cicatrices blancas visibles.