Rosina observaba cómo los hombres se mataban entre sí. Los caballeros clavaban sus espadas de plata en los cuerpos de los hombres lobo, impidiendo que las heridas sanaran.
Los hombres lobo mordían y usaban sus afiladas garras para pisotear a los caballeros, aprovechando su tamaño y fuerza como ventaja, pero eso también tenía desventajas.
Su tamaño los hacía lentos debido a la fuerza gravitatoria, a diferencia de los lobos en su forma humana.
—Todos parecen igualados en la pelea —murmuró Rosina con emoción—. Sacó una manzana que guardaba en su bolsillo y le dio un mordisco. Aunque le daba pena quienes perdían la vida, disfrutaba de la batalla.
Los ojos de Rosina observaban a los lobos rodeándose mutuamente antes de atacarse directamente.
Draco y Pepe luchaban con cautela, a diferencia de sus tropas, que se volvían salvajes. Sus auras dominantes irradiaban cada vez más y más fuerte.