Gavino y el Rey Pícaro luchaban el uno contra el otro —espada contra garras.
La pelea era brutal ya que la espada de Gavino era de plata, lo que afectaba al Rey Pícaro pues cada corte en su cuerpo no sanaba.
La plata era la debilidad de un hombre lobo.
El Rey Pícaro gruñía y arañaba el cuerpo de Gavino, pero su ataque era fácilmente esquivado. Gavino se movió hacia un lado y hundió su espada en el estómago del lobo, causando un daño considerable.
Al final, el Rey Pícaro fue obligado a transformarse en su forma humana. Era alto y musculoso con cabello rubio largo que le llegaba al hombro.
—Veo que eres un anciano —Gavino se burló y apuntó su espada hacia el cuello del Rey Pícaro—. Ríndete y me aseguraré de matarte lo menos dolorosamente posible.
—¿Ah sí? ¿Estás seguro de eso? —el Rey Pícaro sonrió maliciosamente mientras sostenía su herida.