—¡Ah! ¡Mierda! —rugió Draco en voz alta antes de arrojar su copa de vino sobre el mapa. No había podido dormir bien en los últimos días y sus nervios estaban destrozados.
—¡Solo quería una pista de adónde fue llevada, y ninguno de vosotros sabía la respuesta! —gritó Draco a sus hombres con pura decepción.
Aunque estaban en un matrimonio por contrato, siempre podía encubrir que Rosina desapareciera diciendo que se habían divorciado. No podía hacerlo, especialmente cuando el lobo dentro de él aullaba de tristeza sin Rosina a la vista.
—Hemos registrado cada manada, pero no vieron ni encontraron a alguien con características físicas similares a las de la Princesa Rosina —habló con cuidado Gino Louni, Beta designado de Draco, tratando de no aumentar la frustración y la ira de Draco.
—¿Cómo es posible que ni una sola alma en cada manada haya visto a Rosina? —gritó Draco con ira. Sus ojos ardían contra Gino.