Rosina miró a la mujer a su lado durmiendo plácidamente. Una sonrisa se formó en sus labios mientras deslizaba su mano entre las suaves hebras de ella.
La luz del sol se colaba a través de las cortinas y le parpadeaba en el ojo, impidiéndole volver a dormirse.
Rosina se sentó lentamente y estiró su cuerpo. Ver cómo Felissa se acurrucaba cómodamente a su lado la hizo sonreír. No quería despertarla, así que Rosina se movió suavemente para no hacer ningún ruido.
Rosina abrió la puerta y regresó a su habitación para vestirse y estar lista para el día. Mientras caminaba por el pasillo, la puerta de Draco se abrió.
—Oh, estás despierta tan temprano —comentó Draco y miró la figura de Rosina de arriba abajo mientras se lamía los labios.
Rosina llevaba un camisón de satén blanco que apenas cubría algo de piel. Inicialmente, no quería que nadie la viera en esa forma vulnerable, especialmente porque no estaba de humor para el sexo, pero frente a Draco, no le importaba.