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Al día siguiente, Rosina caminaba de un lado a otro en su habitación. Pudo volver a casa tarde la noche anterior, pero le preocupaba si Draco sabía o no de su identidad ya que la había visto.
Un golpe interrumpió sus pensamientos. Era Fina, y Sal la ayudó a vestirse.
—¿Cuál es el plan de hoy? —preguntó Rosina, ya que no pudo ver los horarios por sí misma.
—¡Oh, Su Alteza! —exclamó Sal, empujando el carro hacia el interior de la habitación. Estaba lleno de cartas de diferentes colores.
—¿Qué son esas? —preguntó Rosina, ya que no quería leer cada carta cuando su cerebro todavía le dolía de tanto pensar anoche.
—Estas son las cartas de los nobles. Te invitaban a visitar su manada, y algunas eran invitaciones a una fiesta del té —respondió Fina con una sonrisa enorme antes de entregarle una de las cartas a Rosina.
Rosina olió un aroma a fresa que provenía de la propia carta, lo que le interesó, pero cuando vio el contenido, lo rechazó automáticamente.