Rosina se despertó por la luz que entraba por las rendijas de la cortina. Murmuró y estiró su cuerpo, y la leve molestia en su zona privada desapareció. Su lobo también estaba muy satisfecho con la noche que habían pasado.
—Draco... —musitó Rosina cuando olió el ligero aroma de Draco que aún permanecía en su habitación, pero en ese momento no le importó. Se levantó y abrió la ventana, dejando que la luz del sol iluminara su cuarto.
Después de unos minutos, se escuchó una llamada en su puerta. Fina y Sal entraron con nuevos uniformes. Antes, llevaban sencillos atuendos de sirvienta de blanco y negro, pero ahora, visten elegantes ropas en negro y rojo. Les colocaron un broche en el área del pecho izquierdo.
—Buenos días, Su Alteza, Princesa Rosina Violante —dijeron ambas al unísono e hicieron una reverencia frente a ella.
Rosina se sorprendió de la nueva forma de saludo. Olvidó que ahora tenía el título de Princesa, y que sus sirvientas también habían subido de rango.