Gastone suspiró mientras miraba a Lucía, sentada en el sofá, apartando la vista de él. Era incómodo para ellos permanecer en una misma habitación después de la discusión, pero no tenían otra opción.
Cuando Lucía estaba a punto de irse antes, comenzó a llover intensamente. No era un simple chispeo sino una lluvia fuerte, seguida de relámpagos y viento fuerte.
Gastone podría llevarla de regreso a la floristería, pero Lucía se negó. Al final, se quedaron en la oficina donde se hicieron el uno al otro el amor.
—Lucía, puedo llevarte de regreso a casa. No necesitas quedarte aquí —dijo Gastone por tercera vez. Quería que ella descansara bien a pesar de que aún estaba enojado con ella.
Lucía apretó los dientes de fastidio. —¡NO! —gritó y se volvió aún más de espaldas a él.
«¡Qué terca!», pensó Gastone mientras se frotaba la cabeza. Las acciones de Lucía lo estresaban y ya no sabía qué hacer.