Tras unos minutos de silencioso viaje en el coche de Gastone. Finalmente llegaron al restaurante, Lucía esperaba que estuviera lleno de gente, pero estaba vacío.
—Oh... ¿tu restaurante... fracasó? —preguntó Lucía con piedad en su voz.
—No, es que hoy está cerrado —respondió Gastone mientras apagaba el motor.
—Vale —Lucía se giró hacia el otro lado, avergonzada—. Mordió sus labios para evitar meter la pata.
Lucía alcanzó la manija y abrió la puerta, pero para su sorpresa, fue cerrada de un golpe, fuertemente.
—¿Qué demonios—! —gritó Lucía sorprendida—. Su respiración se aceleró ya que no esperaba que el brazo de Gastone llegara hacia su puerta. Sus ojos recorrieron su brazo donde sus venas parecían a punto de estallar en cualquier momento.
—Deja que yo te abra la puerta —respondió Gastone severamente y miró a los ojos de Lucía con toda seriedad para probar su punto.
Lucía levantó ambas manos en actitud de rendición.