Lucía jadeó cuando las palabras de Gastone llegaron a sus oídos. El deseo que ardía dentro de ella se encendió como una llama alimentada por gas.
—¿Me deseas? —preguntó Lucía, mirando a los ojos de Gastone con adoración. Quería saber si estaba escuchando bien o si su cerebro le estaba jugando una mala pasada.
—Sí, Lucía. Te deseo tanto que me está volviendo loco —La voz de Gastone se intensificó en respuesta. Enterró la cabeza en el cuello de Lucía, inhalando profundamente su aroma en sus pulmones.
Lucía quedó atónita. Abrió la boca para hablar, pero no le salieron palabras mientras intentaba responder. Estaba perdida en qué decir, pero su cuerpo anhelaba el toque de Gastone.
Gastone notó el cambio en el comportamiento de Lucía. Levantó la cabeza y la miró a los ojos. Le dolía ver su reluctancia a entregarse completamente a él.
—Gastone… yo —Lucía comenzó, pero Gastone ya se había levantado.