Han pasado cinco días desde la última vez que Lucía salió de su floristería. No le gustaba la pausa de sus planes pero necesitaba aclarar su mente.
Después de todo, Lucía había estado inquieta y no podía dormir bien por la noche. Sus sueños giraban en torno a Gastone y las cosas que le haría en la cama.
—¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? —gruñó Lucía en voz alta mientras cortaba el tallo de la rosa. Su agarre se volvió brusco, provocando que la rama se rompiera.
—Oh... —Lucía frunció el ceño y contempló la rosa roja. Su mente se desvió al número de Gastone, guardado de forma segura en su bolsillo, si lo contactaría o no.
—¿Por qué no puedo sacarlo de mi mente? —Lucía murmuró para sí misma, con las cejas fruncidas por la frustración. Suspiró, apartó el tallo de rosa roto e intentó recuperar la compostura.