Después de cinco minutos, Gastone regresó con una taza que contenía su semen. Se sentó junto a Lucía y le abrió ligeramente la boca para hacerla beber su leche.
—Si no te hubiera visto en la calle, te habrían pasado cosas malas —susurró Gastone mientras movía la cabeza decepcionado.
Gastone iba en su coche cuando pasó por Lucía y decidió seguirla. Se puso nervioso al ver lo enfermiza que se veía y su caminar antinatural.
—Al menos ahora estás segura —suspiró Gastone aliviado al ver que Lucía parecía descansar más tranquila después de beber su leche, y ya no estaba tan pálida. Ajustó su abrigo entorno a ella, asegurándose de que estuviera cómoda.
Gastone miró alrededor de la floristería, observando el entorno. El dulce aroma de las flores llenaba el aire, una fragancia que normalmente deleitaba a los clientes pero le hacía cosquillas en la nariz debido a su sensibilidad aumentada.