Lucía estaba confundida, pero cooperó. Tomó una cucharada y masticó la carne. Era más suave y sabrosa que cualquier carne que había probado antes. Aunque no le gustaba mucho, prefería comer más verduras.
—Está delicioso —halagó Lucía, pensando que la señora Belo había cocinado y quería conocer su opinión.
—Bien, bien —la señora Belo estaba complacida y se comió su porción también.
—Solo quiero preguntar si esperamos a otra compañía —Lucía preguntó y miró la silla vacía.
—Ah, es para mi hijo. Siempre ponemos un plato por si acaso regresa a casa, pero la mayoría del tiempo, él no está aquí. Está tan enfocado en los negocios y en hacerla grande —explicó la señora Belo con una amplia sonrisa.
—Ya veo. Tiene un hijo muy trabajador —afirmó Lucía para complacer a la señora Belo, quien se rió orgullosa.
—Lo sé —respondió la señora Belo—. Señaló hacia los otros platos llenos de comida. —Sirvete con confianza. No seas tímida —agregó.