Lucía tachó otro nombre de una granja en su lista. Había estado buscando desde temprano en la mañana, y ya era tarde en la tarde. Estaba cansada y exhausta, pero aún no tenía ninguna pista sobre Danielo.
—¡Esa perra! ¡La voy a despellejar viva! —Lucía apretó los dientes de ira, pensando que Babi la había engañado y todo su esfuerzo fue en vano.
Lucía volvió a su floristería para sacarle la mierda a Babi cuando se fijó en la hora. Solo tenía una hora para ir a la casa de la Señora Belo a cenar.
—¡Ah! ¡Quiero saltármelo! —Lucía exclamó apretadamente antes de desplomarse en su sofá. Quería tomar un breve descanso, pero no podía.
Lucía se obligó a levantarse, vestirse y maquillarse para ocultar su cansancio. Cuando terminó, subió a un carruaje y condujo a la dirección que le dieron.
Estaba bastante lejos, y la tarifa era cara, lo que hizo que Lucía se molestara un poco y añadió a su estrés. Quería pedirle a la Señora Belo una compensación por su tiempo y dinero, pero se aguantó.