—Vas a ser nuestra vaca dorada. Tráenos mucho dinero, querida pequeña Lucia —una voz amenazante susurró a una joven que sostenía una muñeca.
—S-sí… Madre —respondió la chica y tragó un orbe más grande que su garganta.
—¡Ah! —Lucia gritó y se agarró el cuello. Tenía dificultades para respirar mientras el sudor frío se formaba en su frente.
—¿Pero qué demonios? —exclamó Lucia antes de agarrarse la cabeza. Tenía un dolor de cabeza tan terrible que había olvidado lo que había soñado.
Lucia se levantó y fue a la cocina por un vaso de agua. Solo llevaba una vela en la mano para iluminar su camino. No tardó mucho antes de llegar a la cocina, que estaba en la planta baja.
—Ugh, ¿sobre qué soñé siquiera? —murmuró Lucia para sí misma después de beber un vaso de agua. Se calmó un poco, especialmente con la brisa fresca que entraba en la habitación.