—¡Dios mío! ¡Es increíble! —murmuró Lucía y sumergió su cabeza en el lavabo tras otro impulso de gritar. El hormigueo en su espalda aún estaba ahí, pero no le importaba y pensó que era solo el resplandor posterior.
Lucía salió del baño y planeó descansar bien durante la noche. Tenía una toalla secándose la cara y no se dio cuenta de que Gastone estaba apoyado en la pared.
—¿Es tan sabroso? —dijo Gastone con una sonrisa burlona y se acercó a la espalda de Lucía. No la tocó, pero vio cómo se estremecía por su presencia.
—S-sí —respondió Lucía y tragó saliva. No esperaba ver a Gastone inmediatamente ya que se sentía algo incómoda después de lo que habían hecho.
—Veo. Eso es bueno. Espero que te acuerdes de mí cuando te vayas —susurró Gastone antes de darse la vuelta para irse.
Lucía jadeó al recordar que solo habían estado juntos un día. Miró hacia atrás e inconscientemente agarró la mano de Gastone.