Lucía y Navin se miraron fijamente. Estaban en silencio, pero eso expresaba más fuerte lo que querían decir.
El dueño de la tienda le entregó a Lucía el pañuelo que había elegido de manera incómoda, ya que no quería involucrarse en su discusión interna.
—E-eso son cinco platas —susurró el dueño de la tienda con un sudor frío.
Lucía le entregó una moneda de oro y esperó el cambio sin apartar la mirada de Navin.
—Vamos ahora, Señora. No queremos hacer esperar al Señor Gastone —Navin sonrió y le hizo un gesto a Lucía para que regresara, pero ella permaneció inmóvil.
Lucía suspiró y relajó su cuerpo. Cambió su expresión facial y pareció angelical.
—Está bien —afirmó Lucía con una sonrisa. Dio un paso hacia adelante antes de hacer una expresión de sorpresa. Alzó la mano y comenzó a saludar —¡Él está aquí! —exclamó señalando en una dirección específica.