Lucía caminaba de un lado para otro sumida en sus pensamientos. No quería dejar ese lugar todavía ya que no estaba financieramente preparada.
«¿Debería seducir al Señor Gastone para que me deje quedarme aquí?», pensó Lucía, ya que antes lo había hecho para aprovecharse de hombres lujuriosos.
Por otro lado, Gastone estaba parado junto a la puerta de Lucía mientras contemplaba qué decir. Una parte de él quería saber cuántos hombres había probado Lucía, pero otra parte le decía que dejara de pensar en eso.
«¿Qué debería hacer?», murmuró Gastone con voz baja y se pasó la mano por el cabello con frustración. Ya habían pasado varios minutos desde que estaba allí.
La mano de Gastone temblorosamente alcanzó el pomo, pero antes de que pudiera tocarlo, la puerta se abrió y reveló la expresión horrorizada de Lucía.
—¡S-señor! —gritó Lucía y retrocedió, ya que estaban demasiado cerca. Eso hizo que tropezara con su propio pie y cayera hacia atrás.