Todos estaban tan callados que se podía escuchar caer un alfiler. Su atención estaba centrada en Piku, y querían saber su respuesta.
—Yo-Yo… —Piku no pudo responder, pero su rostro se puso rojo como un tomate. Desvió la mirada hacia Vicenzo, quien también la miró. El contacto visual la hizo sentir tímida, y escondió su cabeza detrás de ella.
—Dilo —Felicia usó su voz dominante para empujar a Piku a decir la verdad.
—Piku, no tienes que— —Paku consolaba a su hermana, pero fue interrumpida.
—Dime lo que sientes, ¿o te mandaré de vuelta a donde perteneces? —Felicia dijo severamente, con sus ojos lanzando puñales a Piku.
Aquellos que escucharon esa frase soltaron un grito de asombro y pensaron cuán horrible se había vuelto Felissa.
—Yo… —Piku tenía lágrimas en los ojos mientras reunía fuerzas para responder.
—¿Todavía estás dudando? Es una pregunta de sí o no. Es tan fácil —esta vez habló Felissa, y su tono se volvió agudo e infantil. Nadie lo notó, excepto Vicenzo.