Idola parpadeó un par de veces antes de inclinarse hacia atrás para evitar el calor que irradiaba el cuerpo de Vinicio.
—Estoy bien. Puedo hacerlo yo misma —susurró Idola y agarró la toalla de la mano de Vinicio. Bajó de la mesa y estaba a punto de alejarse cuando Vinicio le agarró la mano y la volvió a jalar hacia él.
—¡Kyah! —exclamó Idola sorprendida al caer sobre Vinicio. Levantó la vista hacia él con los ojos muy abiertos—. ¿Qué haces, Señor? —preguntó.
Vinicio no respondió y levantó el cabello de Idola que cubría su herida. Su rostro se frunció al ver la lesión, y no dudó en lamerla.
Idola estaba en shock y conscientemente empujó a Vinicio lejos de ella. —¿Qu-qué haces? —preguntó, tocando la herida, solo para darse cuenta de que ya había sanado.
—Hice eso para sanarte del dolor —susurró Vinicio y se acercó a Idola, pero ella se alejó de él.
—Gr-gracias —murmuró Idola y bajó la cabeza respetuosamente antes de darse la vuelta para marcharse.