Felicia miró el lienzo frente a ella. Sus manos comenzaron a escoger el pincel y a sumergirlo en la pintura elegida.
El tiempo pasaba mientras Felicia dejaba que su cuerpo y mente se consumieran por el arte que estaba creando. La puerta estaba cerrada con llave y había estado en su habitación durante casi horas y no saldría hasta que terminara.
Idola servía la comida junto a la puerta, ya que no se le permitía entrar, mientras que Vinicio se quedaba afuera para guardar el lugar.
—¡Casi... listo! —Felicia murmuró con aspereza ya que su garganta estaba seca por la falta de agua. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que comenzó a pintar el lugar que Vinicio le describió.
Vinicio le había contado a Felicia sobre la Casa de la manada Mística y el bosque de alrededor.
Felicia destacó el bosque trasero tras concluir que la madre de Vinicio se estaba quedando allí. Colocó el pincel en la mesa con manos temblorosas y contempló el lienzo.