Felissa tronó su cuello de un lado para otro y estiró su cuerpo.
—¡Ah! Ha pasado un tiempo —dijo Felissa con una sonrisa. Se sonrió ampliamente y fue al espejo para ver su reflejo. —¡Oh, mi querido, estoy tan candente! —exclamó.
Felissa comenzó a examinar su ropa, y no era de su agrado. Fue al tocador y buscó en el guardarropa algo que se ajustara a su gusto, pero no importaba cuánto escarbara entre el montón de ropa. No podía encontrar algo que le gustara.
—Realmente tiene un mal gusto para la ropa —dijo Felissa mientras sacaba la lengua con desagrado. Escogió una túnica negra almacenada en el fondo, que parecía no haber sido usada. La túnica tenía un diseño muy anticuado donde cada parte de la piel quedaba cubierta.
Felissa miró la túnica por un par de segundos antes de ir al armario y tomar un par de tijeras. Procedió a extender la túnica en la cama y comenzó a cortar los bordes a su antojo.