Felissa estaba ocupada mordiéndose los dedos mientras esperaba a Vicenzo, pero mientras tanto revivía su beso con él.
—¡Kyah! —Felissa chilló y se cubrió la cara de vergüenza.
—¿Qué pasa, Señorita Felissa? —preguntó Idola preocupada. Habían terminado el examen y mostraba que Felissa estaba estresada y necesitaba relajarse un poco.
—Nada, Idola. ¿Puedes dejarme sola un minuto? —pidió Felissa ya que no quería que Idola viera su cara enrojecida.
—De acuerdo, llámame si te sientes mal, Señora —dijo Idola antes de dejar la habitación en silencio.
Felissa suspiró y se acostó en su cama. Miró al techo y la cara de Vicenzo persistía en su mente.
—¿Qué voy a hacer ahora? No es mi pareja, pero se siente como si lo fuera, —murmuró Felissa mientras se tocaba los labios. Su otra mano lentamente se deslizó entre sus piernas y presionó una zona que se sentía bien.
—Ah~ —gimió Felissa mientras imaginaba el rostro del hombre que la hacía sentirse loca.