Después de una hora, todos se acomodaron en sus caballos, carros y carruajes. Solo Rosina estaba fuera y estaba hablando con Draco, quien se quedaría atrás en el Palacio.
Felissa se recostó en la ventana y observó la sonrisa de Rosina. Intentó copiarla ya que se veía bien, pero no pudo seguirla.
Después de todo, a Felissa siempre le había costado duplicar cualquier gesto genuino.
—Qué encantador —comentó Felissa con un puchero. Después de conocer a Rosina durante bastante tiempo. No pudo evitar admirarla, especialmente los cambios en sus acciones y aura.
Mientras Felissa continuaba admirando, alguien le bloqueó la vista y arruinó su momento. Miró hacia arriba con una mirada fulminante y vio a Vicenzo mirándola desde arriba.
—¿Hay algo mal, señor Vicenzo? —preguntó Felissa con una sonrisa forzada. Se sentó derecha y cruzó sus brazos.