Rosina pasaba la mayor parte de su tiempo en el bosque, cazando comida y recolectando lo necesario para su vida allí. Se estableció en el árbol gigante de la montaña y lo talló por dentro para crear un hogar oculto para ella.
De alguna manera, Rosina se preguntaba si aparecería frente a Draco con esa apariencia y le diría la verdad o si se quedaría allí y lo dejaría solo.
A esa distancia, Rosina podía ver el progreso de la nueva manada de Corona de Sable y la reconstrucción de nuevos hogares de los quemados. Al ver que Draco gobernaba bien la manada, no tenía las fuerzas para volver y tal vez arruinarlo para él.
—No te preocupes, te criaré bien —murmuró Rosina y acarició su estómago. Habían pasado tres meses desde la última vez que vio a Draco.
Rosina lo añoraba todos los días y por primera vez en su vida. Sentía que el dolor de estar lejos de Draco le estaba haciendo daño.