Las manos de Draco temblaban al escuchar la verdad. Podía recordar todos sus sufrimientos a manos de Cinzia desde que creció sin saber quién era su madre.
—Padre… —susurró Draco. Sintió que toda su energía se drenaba de su cuerpo, pero sintió que alguien agarraba su mano. Cuando se dio vuelta, vio al demonio sonriéndole. Estaba a punto de hablar, pero Rocco captó su atención.
—Draco, lamento haberte privado de tu madre, pero ni siquiera yo sé dónde está. Sé que está viva —declaró Rocco con una sonrisa triste.
Draco se mordió los labios para evitar desmoronarse. Estaba cansado de sus luchas dentro del Palacio y esperaba que algún día encontrara paz en su vida.
—Te perdono, padre. Rosina me regañaría si mantengo odio en mi pecho —respondió Draco y abrazó a Rocco. Tenía muchas palabras que decir, pero estaba cansado de sentir remordimiento por todos. Quería crear un reino donde todos vivieran en paz por el bien de Rosina.