—¡Quiero su polla! —pensó Rosina y miró fijamente la pared como si fuera Orso. Estaba cabreada por haber sido rechazada para tener sexo, lo que hirió una pequeña parte de su orgullo.
Además de eso, Rosina había estado cachonda últimamente y necesitaba abastecer su energía con semen. Su mente se fue hacia Draco, pero lo dejó pasar.
—No lo necesito más —murmuró Rosina y suspiró profundamente. No quería que su cuerpo se acostumbrara a consumir el semen de Draco. Quería recuperar el impulso de follar con diferentes hombres cada vez.
Rosina salió de la ducha después de envolverse en una toalla pequeña alrededor de su cuerpo. Se peinó el cabello mojado hacia atrás y se aseguró de que su cuello se viera para aumentar su sensualidad.
Rosina caminó con paso firme hacia la cocina donde Orso estaba cocinando su almuerzo. Tomó sus pasos despacio para prevenir que Orso se diera cuenta de ella.