—¡Ah! —Draco gritó al despertarse en la misma habitación—. ¡Rosina! ¡Rosina! —se giró agresivamente para buscar a su pareja, pero había vuelto a la realidad.
Ante él estaba Vanda agachada con una sonrisa en el rostro.
—Bienvenido de vuelta, Draco —Vanda sonrió con una mirada entendida. Le hizo un gesto a Draco para mostrarle que había vuelto.
Draco la miró con los ojos muy abiertos mientras su cerebro intentaba registrar lo que había pasado. Se sentó y miró alrededor del lugar.
—¿Me quedé dormido? —preguntó Draco sintiendo un dolor de cabeza terrible; sus articulaciones le dolían, especialmente sus manos.
—Hmm, podrías decir eso —Vanda sonrió ampliamente y se sentó enfrente de él. Observó cómo Draco trataba de juntar las piezas.
Draco miró su mano. Parte de su piel estaba enrojecida, y aún podía sentir la quemadura que había conseguido al tocar el metal de plata. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no era solo un sueño.