Rosina observaba el cuerpo de Bertrando tendido en el suelo de su habitación. Ella y Draco habían planeado dormir en las habitaciones de invitados en el mismo piso, pero cuando entró en su habitación escogida, vio a Bertrando allí.
—¿Qué demonios hace él aquí? —dijo Rosina confundida. Había visto a Bertrando fuera de la casa de la manada antes de entrar, pero ahora estaba en su habitación. Se acercó a él y le dio una patada suave en el costado.
—Está inconsciente —susurró Rosina con un suspiro. Notó la poca sangre que salía del lado de su cabeza. Extendió la mano y tocó la herida; sus pálidos dedos se tiñeron de rojo.
Rosina frunció el ceño en confusión. Tenía muchas preguntas sobre qué había pasado cuando la puerta de su habitación se abrió y Draco asomó la cabeza.
—¿Rosina? —llamó Draco y vio el cuerpo de Bertrando con los dedos ensangrentados de Rosina—. ¿Qué ocurrió? —preguntó con miradas curiosas.