—No lo harán —susurró Rosina y secó las lágrimas de Felissa—. Intenta no pensar en ellos. Por ahora, disfrutemos de este té antes de que se enfríe.
—E-está bien —Felissa sonrió y se compuso antes de sorber su té y probar las galletas—. ¡Está delicioso!
El resto de la tarde, Rosina y Felissa hablaron tonterías y se divirtieron juntas. A lo largo de la conversación, Rosina notó que a Felissa le gustaba mucho el chisme y de alguna manera sabía mucho sobre su manada.
—Y luego, escuché algunos murmullos aquí en el palacio. ¡Sobre algunos lobos machos que habían desaparecido! —Felissa se inclinó hacia adelante para susurrar los rumores que había escuchado circular entre los hombres lobo.
—¿Qué!? —Rosina casi escupió el té que había bebido. Sus ojos se abrieron como platos, y solo podía pensar en Dragón con el cuerpo inconsciente de Amo.
—Y escuché que la razón de su desaparición fue porque atacó a una loba. Fue un movimiento muy grosero —Felissa se burló y rodó los ojos. Su humor se aligeró cuando comenzó a cotillear, ya que disfrutaba haciéndolo.
—Eran solo chismes, pero no me sorprendería si fuera real —Rosina murmuró mientras sorbía su té. Miró por encima del hombro de Felissa y vio a sus dos sirvientas caminando hacia ellas.
—Desearía que ese anciano también desapareciera —Felissa apretó los dientes debido a la ira—. Suspiro, no hablemos más de ellos. Arruinará mi estado de ánimo.
—Está bien —Rosina se rió entre dientes—. Creo que se está haciendo tarde. Tendremos el último baile más tarde en la noche —miró al cielo, que se oscurecía.
Felissa miró hacia arriba y se dio cuenta de que ya se estaba haciendo tarde. —Me disculpo por quitarte tanto tiempo hoy.
—No te preocupes. Disfruté de nuestro tiempo juntas, pero necesitamos volver a nuestra habitación y vestirnos —Rosina sonrió y se levantó justo cuando llegaron sus sirvientas—. Ven con nosotras. De todos modos, estamos por el mismo pasillo.
—Está bien —Felissa aceptó y caminó al lado de Rosina mientras volvían hacia su edificio.
El jardín estaba desierto a esa hora ya que todos se estaban preparando para vestirse bien y conseguir una pareja para el último baile. Aunque había unos pocos hombres charlando entre sí.
Rosina tomó la mano de Felissa, la arrastró y aceleró el paso cuando se dio cuenta de que esos hombres estaban a punto de acercarse a ellas.
—¿Qué pasa, Rosa? —Felissa preguntó cuando fue arrastrada. No sabía lo que estaba pasando ya que estaba enfocada en la espalda de Rosina porque la encontraba atractiva.
—Nada. Solo tenemos que darnos prisa —Rosina murmuró, mirándola con una sonrisa. No quería molestarse en hablar con esos hombres, y estaba con Felissa, que acababa de salir de un abuso.
Cuando llegaron a su piso. Las sirvientas las saludaron antes de que giraran hacia su pasillo.
—¿Dónde está tu habitación? —Rosina preguntó para poder llevar a Felissa allí.
—Oh, habitación nueve —Felissa respondió y señaló la puerta de al lado—. ¿Y la tuya?
—Al fondo, habitación doce —Rosina afirmó y se detuvo ante la habitación de Felissa.
La sonrisa de Felissa desapareció mientras miraba a Rosina de pies a cabeza. —¿Rango de la manada #12?
—Sí —respondió Rosina. Notó el cambio en la expresión facial de Felissa y pensó que podría haber algo que no sabía. —¿Hay algo malo?
Felissa no respondió y solo miraba a los ojos de Rosina con los ojos abiertos y la boca abierta.
Rosina chasqueó los dedos frente a la cara de Felissa para hacerla volver a la realidad. —¿Estás bien?
—¡Ah! Sí, estoy bien. Solo no puedo creer que eres la hija de la manada de Palecrest —Felissa declaró y se rió de manera incómoda.
—Tengo curiosidad sobre qué te sorprende tanto. ¿Podría saber por qué? —Rosina preguntó con una sonrisa. Quería saber cómo otras manadas la percibían como hija del Alfa, pero ya tenía una idea sobre los rumores que circulaban sobre su nombre.
—Rosina Greco, hija primogénita del Alfa Greco. Escuché rumores de que eres una loba muy débil y tus padres te mandaron lejos cuando enloqueciste —Felissa se tapó la boca para detenerse. —Lo siento, no quise decirlo.
Felissa se sintió pequeña cuando sintió el cambio en el aura de Rosina. Dio un paso atrás para tener espacio para respirar ya que la atmósfera la estaba asfixiando.
—Lo siento —Felissa repitió esas palabras y bajó la cabeza para mostrar que se sometía a Rosina. No podía mantener la mirada en Rosina ya que irradiaba una dominancia y un poder que nunca antes había experimentado.
Felissa sintió que era la presa frente a un depredador.
Felissa cerró los ojos cuando Rosina dio un paso hacia adelante. Esperaba ser abofeteada, pero sintió una palmada gentil en la cabeza.
—Deberías ir y prepararte para el baile de esta noche —dijo Rosina y despeinó el cabello de Felissa antes de salir y dirigirse a su habitación.
Felissa se quedó atónita ante la actitud gentil y observó la espalda de Rosina. —Gracias de nuevo, Señora Rosa. Nos vemos después en el baile.
Rosina levantó la mano para reconocer las palabras de Felissa. Sal y Fina permanecieron en silencio y se miraron la una a la otra. Tenían curiosidad por lo que Felissa había dicho, pero no se atrevían a cuestionar a Rosina. Después de todo, no veían a Rosina como una loba débil, sino todo lo contrario.
Las dos sirvientas abrieron la puerta y dejaron entrar a Rosina.
—Señora, prepararé y entregaré su cena —dijo Fina y se inclinó antes de salir de la habitación, lo que dejó a Sal sola.
—Prepararé su baño, Señora —dijo Sal y se fue al baño.
Rosina no dijo nada. Miraba por la ventana y observaba cómo los árboles se mecían con el viento. Su mente volvió a las palabras que Felisa había dicho.
Sus padres habían mantenido la verdadera razón de su partida de la manada hace años para evitar dañar su reputación.
—¡Ja! Estoy loca, ¿eh? —Rosina murmuró con una burla. No esperaba que esa fuera la habladuría que circulaba sobre su nombre. Su ojo izquierdo brilló intensamente cuando su ira se disparó y la sed de sangre se hizo más fuerte.
La emoción que Rosina intentaba suprimir ahora había alcanzado el límite.