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Imágenes de la escena con Rosina cuando estaba en el bosque del Norte con Osbert después de la muerte de Emilio destellaban a la velocidad de la luz. Los recuerdos hicieron que Osbert gritara de dolor por el shock.
—¡Ah! ¿Qué es esto! —Osbert gritó y se agarró la cabeza. Intentó empujar a Rosina, pero ella lo mantenía fuertemente en una posición recostada.
—No vas a ir a ninguna parte —dijo Rosina con una risa. Su lengua se alargó y lamió las mejillas de Osbert mientras él gritaba.
—¡Ah! ¡Eres un monstruo! —exclamó Osbert horrorizado al ver claramente el rostro de Rosina.
Rosina tenía la lengua extendida y sus mejillas se habían dividido en dos, mostrando todos sus dientes. Su saliva goteaba sobre la ropa de Osbert y lo empapaba.
—¿Lo soy? —Rosina susurró y comenzó a reír como una maníaca—. No te preocupes, me aseguraré de que sea menos doloroso si te conviertes en un buen consolador viviente.