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—Sí, al príncipe le gustó mucho su café —respondió Rosina con desgano y bostezó—. Si me disculpas, señorita Sal. Quiero descansar.
—Sí, claro —exclamó Sal y miró cómo Rosina cerraba su puerta.
Rosina sintió la presencia de Sal afuera durante un minuto antes de que se fuera. Sus pasos eran apresurados.
—Tsk —Rosina rodó los ojos. Se sentía terrible por haber dudado de Fina antes, pero Sal era quien la había traicionado por el oro de la Reina.
Rosina creó otro portal y fue a casa de Vanda con el papel en la mano. No sabía dónde estaba ubicada la casa de Vanda ya que solo había viajado allí por portales terrestres.
Cuando Rosina llegó, vio a Vanda removiendo su enorme olla, y detrás de ella estaba Mari, que seguía dormida.
—¡Ah, querida! ¡Finalmente estás aquí! —exclamó Vanda y fue a abrazar ligeramente a Rosina.
—Sí, he reunido lo que necesitaba —afirmó Rosina y colocó los papeles sobre la mesa. Una cinta negra los mantenía en su lugar.