Rosina apretó los dientes mientras empezaba a reír sarcásticamente. —Me volviste a encerrar después de eso, pero el daño ya estaba hecho. ¡Todos sabían que te estabas tirando a una niña en aquel entonces!
Rosina sacudió la cabeza. Era un recuerdo doloroso para ella, y decirlo en voz alta partía su alma, pero sabía que era lo suficientemente fuerte para manejarlos por el momento.
—¿Qué te parece mi historia, Pepe? —preguntó Rosina y dio la vuelta hacia donde Pepe estaba de pie detrás.
—T-tú eres esa chica... —susurró Pepe con incredulidad. Dio un paso atrás ya que no podía creer lo que acababa de escuchar. Su memoria regresó al momento en que vio a la joven Rosina de rodillas en el suelo del comedor.
Pepe estaba lleno de odio hacia ella, pensando que había seducido a su padre y que el estrés había causado su muerte, pero había más en la historia. Se agarró la cabeza mientras el dolor se filtraba. Estaba confundido y ya no sabía qué era real.