—Entonces, él esperaba que el equipo de Draco viniera aquí a buscarme —susurró Rosina con una risita. No esperaba que Pepe pensara de esa manera. Después de todo, ella era la verdadera culpable de la muerte de Dino.
—Ay, lo siento, Draco. Parece que ahora eres tú el asesino —Rosina se inclinó sobre la terraza, mirando cómo los lobos machos rondaban por el lugar.
Desde aquel incidente, Pepe se volvió estricto con todo lo que sucedía alrededor de la manada. Estableció un horario para todos, como que nadie podía salir de sus casas después de la medianoche.
Aquellos que rompían las reglas eran llevados a las celdas para ser educados sobre las normas que debían seguir. Los miembros de la manada reaccionaban ya que no conocían el motivo del cambio repentino de las reglas, especialmente los adolescentes que querían hacer cosas por la noche.
La muerte de Dino se mantuvo en secreto y se anunció que había desaparecido para evitar el pánico dentro de la manada.