Rosina se sobresaltó al ver a Pepe. Suspiró profundamente y encogió de hombros ante su presencia mientras caminaba hacia las escaleras.
—Rosina... —la voz de Pepe era firme, advirtiéndole que respondiera a su pregunta.
—Quería salir a correr, pero hace frío —respondió Rosina sin mirarlo. Comenzó a subir un escalón, pero Pepe la detuvo.
—Entonces corramos juntos —dijo Pepe y le hizo un gesto a Rosina para que lo acompañara.
«¡Quiero dormir!», gritó Rosina en su pensamiento. Quería rechazar la oferta de Pepe, pero la expresión en su cara la obligó a ir.
Pepe miraba fijamente a Rosina. Sus ojos eran agudos, y utilizaba su aura de Rey para dominarla.
—Está bien, iré contigo. Así que deja de mirarme así —murmuró Rosina y pasó por el lado de Pepe. No habría ido si él estuviera sonrojado o mostrara signos de que todavía le gustaba.
Rosina estaba contenta de que Pepe finalmente la hubiera superado y eso la hizo acompañarlo.