—¿Te gusta el lugar? —preguntó Pepe y miró a los ojos de Rosina. En ese momento, estaban en un claro rodeado de árboles altos. Pequeñas flores blancas florecían en el suelo, haciendo que el lugar pareciera más mágico.
—No voy a mentir. Este lugar es hermoso —afirmó Rosina mientras miraba al cielo. El sol no estaba caliente ese día, y se sentía refrescante en la piel.
—¿Es este el momento adecuado para hacer preguntas? —añadió Rosina y sonrió a Pepe.
—Dilo —dijo Pepe con indiferencia, pero ya sabía las preguntas que se avecinaban.
—Haré la misma pregunta. ¿Qué manada es esta? —preguntó Rosina y se enfrentó a Pepe mientras se sentaba en la hierba.
Pepe la miró fijamente a sus grandes ojos antes de suspirar. —Este lugar fue una vez una poderosa manada pero fue destruida por el poder, llevando a su propia destrucción. Abandonada, lobos de otras manadas que decidieron irse vinieron aquí por seguridad, ya que serían asesinados si cruzaban otro territorio.