—Su brazo golpeó contra la pared detrás de ella —Los besos se ralentizaron en jadeos cortos y sin aliento mientras sus manos se deslizaban fuera de entre sus cuerpos. Su frente cayó contra la de ella, y el calor de su piel se sentía casi febril, ardiendo incluso contra la temperatura del vapor de la ducha.
Con sus pechos apretados el uno contra el otro, Harper podía sentir su salvaje latido del corazón, todas causas perdidas de un ritmo no muy distinto al suyo propio hace unos momentos. Le emocionaba pensar que esto era lo que ella podía hacerle, llevarlo a sensaciones tan abrumadoras más allá de su control. Y el hecho de que él se lo permitiera —que estuviera tan dispuesto y casi ávido de compartir esta parte de él con ella— hacía que su cuerpo temblara con calor y su mente flotaba en un deleite dorado.