—Creo que ya sabes lo que voy a decir a continuación —su voz era un susurro grave, y sus ojos estaban entrecerrados, brillando oscuramente justo como la última vez en su lugar.
Harper soltó una risita sin aliento.
—Sí, creo que sí —Las palabras todavía sonaban un poco temblorosas—. Ven aquí.
Ella lo atrajo hacia ella y presionó sus labios contra los de él.
Nunca pensó que un día aprendería a disfrutar algo así. Saborearse en la lengua de otro siempre pareció extraño y un poco incómodo, y la idea nunca la emocionó. Pero ahora, nada le parecía tan sexy como el ligero toque de dulzura salada en sus labios y en su boca. Ya no le avergonzaba —todo lo contrario, la íntima sensación de satisfacción la derretía hasta los huesos, y deseaba poder seguir besándolo así para siempre, sin soltarse nunca.