—Maldita sea, obviamente debería haber sabido que cualquier reserva que hagas en un spa no va a ser solo un spa... —Harper alzó la vista al cruzar el umbral, emergiendo bajo una cúpula de cristal que encerraba el patio convirtiéndolo en un espacio privado. El sol de la tarde brillaba a través del techo tintado, derramándose cálidamente sobre las plantas vivas debajo que prosperaban en el mini invernadero, transformando el patio en un exuberante jardín secreto. Las enredaderas se mecían en la suave brisa que entraba por las ventanas abiertas, acompañadas por el cercano sonido de los pájaros cantando. Cuando siguieron la dirección de ese canto, encontraron una familia de periquitos posados sobre los arbustos floridos, mirándolos curiosamente.