Eli
Por enésima vez hoy, Eli sintió que necesitaba pellizcarse con fuerza para asegurarse de que no estaba soñando. Y si no lo estaba, tendría que marcar su calendario cuanto antes, porque este día seguramente, positivamente, sin duda, resultaría ser uno de los más importantes de su vida.
Era un pensamiento tan tonto y embelesado que lo hacía sentir completamente fuera de sí mismo. Pero como siempre, Harper tenía la magia de convertirlo en una persona completamente diferente… de la mejor manera.
En sus brazos, Harper frotaba la parte superior de su cabeza contra su barbilla, como un gato feliz satisfecho con el cariño incondicional que estaba recibiendo.
—Deberías aprovechar tu suerte y abrazarme así toda la noche —murmuró en el hueco de su cuello—. Diablos, o todo el día de mañana también. Qué lujo sería si pudiera sentarme en tu regazo en lugar de una silla en todas esas reuniones.
Eli soltó una risita.