Jazmín lo miró con incredulidad.
—¿Q-qué? —tartamudeó.
Había sentido cuando él se congeló y luego, cuando lo miró a los ojos, estaban ardiendo en rojo de odio.
Ella conocía el odio. Lo había visto en los ojos de todos los que la miraban.
Le era familiar.
Pero lo había dejado de lado porque no había manera de que él la odiara.
Al menos no ahora.
No con las emociones que podía sentir, no con la forma en que la había tocado.
No con la manera en que la había hecho sentir.
—Dije que te fueras —dijo él, aún más frío.
Su cuerpo se estremeció y se quedó congelada por un instante y luego se quedó atónita cuando él hizo lo impensable.
La empujó lejos de él y se levantó de la bañera.
No se molestó en ponerse una bata mientras la arrastraba de un brazo a ponerse de pie y salir de la bañera.
Ella jadeó y luego se dio cuenta de que el delantero de su vestido estaba hecho jirones.
Estaba casi desnuda.
Se sintió tan estúpida.
¿Qué había estado pensando?