Mis ojos se abrieron de par en par incrédulos.
Me sonrojé.
—¿Q-qué? —pregunté incapaz de creer que realmente me hubiera dicho eso.
—Dije que tengo un corte cerca de mi verga —repitió—. Alguien me apuñaló junto a mis huevos. Ahora ponte de rodillas y límpialo. ¿No es eso lo que haces, puta?
Mi corazón comenzó a latir aceleradamente.
Mi primer instinto fue huir de la habitación, lejos de él.
Pero si lo hacía, la gente notaría que algo estaba mal y las palabras empezarían a correr.
No podía permitir eso y yo conocía a Alexander. Él usaría eso como una oportunidad para deshacerse de mí.
Había hecho todo lo posible por evitarlo durante tanto tiempo, había comenzado a creer que había tenido éxito.
Pero ahora aquí estaba.
Los otros hombres me esperaban, charlando con los miembros de su manada que habían venido.
La gran sala era ruidosa.
La gente estaba aquí.
—¿Estás contemplando una orden? —me preguntó—. ¿No se supone que debes atenderme?
Empecé a sudar.